“Esta democracia es una pantomima” es una frase que, con variaciones del calificativo que la termina por otros de significado similar, se oye todos los días en la calle. A muchos hasta se les llena la boca pronunciándola. Entiendo que se diga, entiendo las razones, máxime en los momentos en los que estamos… pero no deja de parecerme un gran ejemplo de la equivocación que muchos ciudadanos españoles cometen, desde mi punto de vista, en su consideración de qué es la democracia. La definición de democracia no va mucho más allá de la archiconocida frase “el gobierno del pueblo”. Sin embargo, lo cierto es que, por lo menos para mí, tiene una serie de implicaciones mucho más profundas de las que todos deberíamos ser mucho más conscientes, sobre la participación ciudadana en el sistema democrático y la responsabilidad que todos y cada uno de nosotros tenemos en lo que pasa en nuestro país.
En este tema, me declaro muy decepcionado con España en general. Y lo resumo en esta frase: los españoles nos hemos creído que la democracia es ir a votar cada cuatro años, y esperar que todo lo demás venga solo. Para empezar, sobre la consideración que a muchos les merecen los partidos políticos, podemos ver que hay desconocimiento, desinterés y error. A veces siento que hay gente que me mira con desdén cuando se enteran de que estoy afiliado a un partido político, como si fuera algo horrible que sólo hacen las malas personas. Sin embargo, en general, los partidos políticos siempre han sido organizaciones ciudadanas, con un ideario común, que pretende que se lleven a cabo unas políticas determinadas en el sistema, bien desde un gobierno, bien participando en los órganos que toman las decisiones sobre esas políticas. Y repito, organizaciones ciudadanas… es decir, formadas por y para los ciudadanos. Aquí encuentro un gran problema de fondo en España: ¿cuánta gente participa realmente en estas organizaciones que son los partidos políticos? Los niveles de afiliación en España son alarmantemente bajos. Si bien los partidos dicen tener sobre millón y medio de afiliados en toda España, ese número no se lo cree nadie. Y aunque así fuera, otros países del entorno europeo nos ganan por goleada. Eso por no hablar del voluntariado… y en este caso existe un ejemplo muy bueno. No seré yo quien defienda el sistema estadounidense, que si de algo peca es de machacar completamente al pluralismo político y no tener en cuenta a las minorías. Pero si hay algo que tiene bueno, es que realmente funciona, y es, desde mi punto de vista, sobre todo gracias al voluntariado. Los ciudadanos se quejan, cada uno con sus razones, pero también actúan defendiendo activamente aquello en lo que creen. El voto se discute en la puerta de las casas, la gente habla con verdadero interés sobre las políticas que deben o no llevarse a cabo, y vota en consecuencia. Defender nuestros puntos de vista no debería consistir sólo en asistir a manifestaciones para protestar contra lo que nos parece mal. También debería consistir en colaborar con las organizaciones que defienden lo que nos parece bien.
Todo esto, por no hablar de esa famosa frase que sale en tantas conversaciones a diario. De hecho, la tengo muy reciente aún; en una cena de cumpleaños este viernes pasado volví a escucharla de alguien: “¿en serio estáis hablando de política?”. A veces es algo que me hace sentirme especialmente raro y frustrado. Por supuesto que hablo de política, y mucho… porque me interesa. A pesar de la importancia que tiene en el mundo, los españoles somos muy dados a intentar ignorar la política en nuestro día a día. Se evita conversar del tema en la familia, con los amigos. “Mejor no hablemos de ello porque no nos vamos a poner nunca de acuerdo”, se dice a menudo. Y así nos va en España… cada uno guarda las (muchas veces pocas) ideas que tiene para sí mismo, evita argumentarlas y contrastarlas, y las menos veces que son defendidas, lo hace con más pasión que razón.
Podría seguir poniendo ejemplos de lo que considero un clarísimo déficit en la conciencia democrática ciudadana que nos aturulla hoy en día. Prefiero no obstante simplificar el contenido de esta entrada, e ir a la conclusión que, ya hace alrededor de 2400 años, sacó Platón...
“El precio de desentenderse de la política es el ser gobernados por los hombres peores”
Quizá debamos empezar a pensar que una parte del origen de los problemas del sistema seamos nosotros... aunque sea impopular y difícil de asimilar.